El proceso de sanación no es lineal. Hay días en los que nos duele hasta el aire que respiramos. Sin embargo, si nos lo proponemos, podemos acudir a herramientas y técnicas que nos permitan liberarnos de ese dolor. Pero para eso hay que asumirlo primero.
No se trata de arrancar el dolor, ni de ponerse una máscara que lo tape, ni de dibujar sonrisas que lo maquillen, ni de comprar una vida que nunca quisimos: se trata de aprender a vivir con la cicatriz que ese dolor nos deja, abrazándola, mirándola de frente, llorándola, asumiéndola, sabiendo que no siempre vamos a estar bien, y eso no tiene por qué estar mal.