Este objeto no es un libro, se lee e imagina como una experiencia colectiva para los sentidos.
Es una reliquia de palabras recicladas, frágiles, pero dispuestas a ser exploradas sin cuidado. Una recopilación de cuentos de autores emergentes, obstinados en darle vida a la multiplicidad de sentimientos que es nuestro paso por el mundo.
Nacemos en el pasado y nos perdemos en él durante años: una mujer regresa a recuperar algo que no olvida y, en el cine del adiós, en una película enterrada, el ayer se hace presente.
El amor se altera hasta límites extremos: una joven se entrega a la necesidad de su cuerpo. Otra, conversa con su gatita para lograr una victoria secreta. Cerca de ellas, una adolescente se obsesiona con personas que la ignoran, y un cuerpo desaparece en el mar.
La inocencia termina y lo salvaje, lo primitivo, nos hunde en el infierno, en un bar donde un hombre desesperado intenta negociar algo, mientras que otro espera a la lluvia.
Las peores conductas, merodean como moscas en la basura. La sangre se refleja en experiencias que marcan la piel: dos seres escapan de las bombas y el dueño de una quiniela ilegal, se niega a ceder su poder. Todo será marcado por un rojo intenso.
Pronto seremos parte de este universo. Se sugiere al lector curioso, destapar una botella de vino, leer y volar.
Este artefacto de historias es una construcción colectiva entre diversos autores y autoras.
Nos encontramos en un concurso de escritura y trabajamos de manera conjunta. Después de compartir el insomnio, la soledad, la pandemia y —por qué no— el vino, decidimos realizar una experiencia colectiva.
El fin era que todas nuestras historias se conectaran en el papel rumbo a un destino común. Podemos decir, con cierta vergüenza y orgullo, que fuimos nosotras y nosotros.